viernes, 24 de febrero de 2012

¿Qué ocurre cuando las mujeres lavan la ropa y los hombres hacen la comida?


A veces no ocurre nada y en ocasiones tampoco parece que ocurra nada, pero lo cierto es que aunque difícilmente el tronco se hunda, las raíces se pudran y desaparezca la vida, la tendencia será a que la mujer lave la ropa y el hombre haga la comida. A veces se invierten los términos y es el hombre el que lava la ropa y la mujer la que hace la comida, pero enseguida las cosas vuelven a su cauce y es la mujer la que lava la ropa y el hombre el que hace la comida. Así las cosas no parece que haya conflicto, pero basta ser que un día la mujer haga la comida o el hombre lave la ropa sin haberlo sometido antes a la voluntad o decisión del otro para que surja el conflicto y el hombre no sepa si tenía que haber hecho la comida o la mujer haber lavado la ropa. En una situación de igualdad debería dar lo mismo quién lavase la ropa o quién hiciese la comida, pero el machismo dominante en esta sociedad patriarcal ha establecido que sea el hombre el que haga la comida y la mujer la que lave la ropa. Las fuerzas feministas se encargan de que sean los hombres los que laven la ropa y las mujeres las encargadas de hacer la comida, pero hay mujeres a las que les gusta lavar la ropa y hombres a los que les gusta hacer la comida. También hay
mujeres a las que les gusta hacer la comida y hombres a los que gusta lavar la ropa.
Para resolver esto habría que divorciar a todas aquellas parejas que no estuviesen de acuerdo en que fuesen las mujeres las que lavasen la ropa y los hombres los que hiciesen la comida y casarlas con otras partes de parejas que tuviesen como interés común el hecho de que fuesen los hombres los que hiciesen la comida y las mujeres las que lavasen la ropa.
Así las cosas, este intervencionismo del estado obligando a divorciarse a las parejas “lavatúlaropaqueyoharélacomida” ocasionaría que las organizaciones de derechos humanos, las organizaciones feministas y las de hombres arruinados por el divorcio pondrían el grito en el cielo y por tanto la intervención divina sería inevitable. Esta nueva situación intervencionista del poder divino acarrearía la participación masiva de las organizaciones de ateos militantes, con lo que el conflicto de las parejas “lavatúlaropaqueyoharélacomida” adquiriría unas dimensiones terráqueas y celestiales imposibles de controlar.
Un poco de sentido común para repartir las tareas domésticas y la educación de los hijos acabaría con estas y otras gilipolleces.