sábado, 23 de febrero de 2008

cierra el grifo

carpa diem

¿Es posible acabar con la pobreza?

...en las clases de las distintas facultades de economía se habla de los próximos planes de desarrollo, de planes quinquenales, de grandes cifras, de miles de millones de dólares para ayudar a mejorar la economía del país y de qué inversiones nuevas hay que generar. Pero a unas pocas yardas, a unos pocos metros del aula, la gente de esa aldea esperaba y espera, no miles de millones de dólares, sino unos cuantos peniques, tan sólo unos céntimos, y esta realidad a mí nunca me había sido enseñada en ningún aula ni la había visto en ningún libro de texto. Era una nueva lección y no sabía cómo enfrentarme a esta situación. Lo único que pude hacer fue sacar el dinero de mis bolsillos y salir a repartir esos 27 dólares de acuerdo con la lista que había confeccionado: “Por favor, coja este dinero y devuelva lo que debe al prestamista, libérese de la explotación y del ahogo al que está sometido; y sea una persona libre”. me di cuenta entonces de que la gente comenzaba a mostrar una enorme sensación de libertad y un gran agradecimiento hacia quien les estaba ayudando a conseguirla. Entonces, viendo que se podía hacer tan feliz a tantas personas con tan poco dinero, me pregunté por qué no seguir haciéndolo. Al menos, era una forma de ayudar, y tal vez sería buena idea seguir haciéndolo. Tras cavilar sobre las diferentes formas de comenzar, me decidí por una: acudí al banco del recinto universitario y le pedí al director que concediera préstamos a los pobres de la aldea, la que estaba justo ahí, al lado de su propio despacho, y le conté lo difícil que les resultaba a ellos conseguir este dinero. El director mostró una gran consternación; no podía creer que hubiera propuesto algo semejante. Su respuesta fue negativa, me dijo que el banco no podía prestar dinero a los pobres. Le pregunté el motivo y me explico que el banco no puede prestar dinero sin una garantía y esta gente , al no tener un aval, era insolvente. Esa fue la primera vez que me enfrenté con la palabra “solvencia “. traté de hacerle comprender al director que ellos no podían obtener dinero de otro modo, que si se lo devolvían podía darse por satisfecho y que no debía preocuparse por las garantías. Cuanto más insistía yo, tratando de encontrar la forma de convencerle, más se resistía él. En ese momento aprendí otra lección: los bancos se niegan a abrir sus puertas a la gente que más necesita el dinero. MUHAMMAD YUNUS. Fundador del banco Grameen y Premio Nóbel de la Paz 2006 ¿ES POSIBLE ACABAR CON LA POBREZA? Editorial Complutense