viernes, 18 de julio de 2008

a vueltas con el canon... y por el placer de la lectura

POR EL PLACER DE LA LECTURA: La SGA (Sociedad General de Autores) ataca de nuevo. Escrito y firmado por José Luis Sampedro, escritor. POR LA LECTURA Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May. Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro. Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo. Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque: a) obtiene algo a cambio. b) es objeto de una sanción. Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura? Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos? Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra. Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña. ¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS! José Luis Sampedro

jueves, 29 de mayo de 2008

La propiedad intelectual

Derechos de autor, propiedad intelectual, producto industrial, SGAE, formatos de reproducción, panaderos, intelectuales, trabajo, enriquecimiento rápido, plusvalías, empresas multinacionales, autores, pensamiento, el conocimiento, ¿propiedad de la humanidad o de la industria?, apropiación del conocimiento científico y tecnológico por las industrias para generar beneficios en nombre de la propiedad intelectual. Reparto, reciprocidad. ¿Es el arte una manifestación del pensamiento que deba ser retribuida? ¿Deberían los artistas cobrar un salario por su obra? ¿Deberían de existir empresas industriales de producción de arte con obreros- artistas en sus plantillas? ¿Son los artistas entes intelectuales que producen obras abstractas que posteriormente son descodificadas y explicadas por la industria del arte para poder mercadear con ellas para obtener beneficios? ¿Solamente pueden acceder a los productos industriales del intelectual los que tienen dinero para pagar el producto? Contra el concepto de propiedad intelectual. Supongamos un autor de canciones tipo Alejandro S. Que va a producir o editar un nuevo disco con 13 canciones nuevas. Se recluye en su casa o estudio y dependiendo de su capacidad intelectual como músico y letrista tarda... Cuánto en componer esas trece canciones? Una semana, un mes, un año, dos...? . Bien, ya terminó de componer, se terminó el proceso intelectual de producción del disco. Ahora viene la producción industrial del objeto artístico. Manager, estudios de grabación, diseño, video clips, marqueting, multinacional para la distribución, número de copias, lanzamiento mundial al mismo tiempo o por etapas, etc, total 6 meses más, y cada parte de las citadas especulando con cuanta cantidad de dinero va a ganar con este nuevo producto industrial. Se venden un millón de copias y de cada una de ellas se hacen dos copias privadas... Y aquí empieza la historia. Alejandro S. se ha enriquecido con el trabajo intelectual de ... Una semana, un mes, un año... Dos?. La multinacional gana una pasta, la SGAE también, etc. El consumidor que compra el disco original paga derechos de autor, el que lo graba en un CD virgen paga derechos de autor, el que se compra un aparato grabador reproductor paga derechos de autor y el del bar donde te tomas el café mañanero y la caña del mediodía paga derechos de autor...que siempre recauda la SGAE. Mientras tanto el autor intérprete tipo Alejandro S. Ha hecho una gira de promoción del producto industrial de 20 macro conciertos que gracias a la tecnología puede ser escuchado y visto por cincuenta mil personas en ¿directo?. ¿quién gana con esto?. La industria (el músico tipo Alejandro S., la productora distribuidora, la SGAE, etc). Quién pierde?. La música y los que la aprecian. Si el intelectual músico tipo Alejandro S. viviese de su trabajo como creador- intérprete en vez de vivir del pelotazo industrial de la música, estaría tocando en garitos pequeños y de esta manera se promocionaría la música en directo y el disfrute de quienes la escuchamos... (continuará, hoy ya me cansé de escribir). Ángelmartínez

sábado, 23 de febrero de 2008

cierra el grifo

carpa diem

¿Es posible acabar con la pobreza?

...en las clases de las distintas facultades de economía se habla de los próximos planes de desarrollo, de planes quinquenales, de grandes cifras, de miles de millones de dólares para ayudar a mejorar la economía del país y de qué inversiones nuevas hay que generar. Pero a unas pocas yardas, a unos pocos metros del aula, la gente de esa aldea esperaba y espera, no miles de millones de dólares, sino unos cuantos peniques, tan sólo unos céntimos, y esta realidad a mí nunca me había sido enseñada en ningún aula ni la había visto en ningún libro de texto. Era una nueva lección y no sabía cómo enfrentarme a esta situación. Lo único que pude hacer fue sacar el dinero de mis bolsillos y salir a repartir esos 27 dólares de acuerdo con la lista que había confeccionado: “Por favor, coja este dinero y devuelva lo que debe al prestamista, libérese de la explotación y del ahogo al que está sometido; y sea una persona libre”. me di cuenta entonces de que la gente comenzaba a mostrar una enorme sensación de libertad y un gran agradecimiento hacia quien les estaba ayudando a conseguirla. Entonces, viendo que se podía hacer tan feliz a tantas personas con tan poco dinero, me pregunté por qué no seguir haciéndolo. Al menos, era una forma de ayudar, y tal vez sería buena idea seguir haciéndolo. Tras cavilar sobre las diferentes formas de comenzar, me decidí por una: acudí al banco del recinto universitario y le pedí al director que concediera préstamos a los pobres de la aldea, la que estaba justo ahí, al lado de su propio despacho, y le conté lo difícil que les resultaba a ellos conseguir este dinero. El director mostró una gran consternación; no podía creer que hubiera propuesto algo semejante. Su respuesta fue negativa, me dijo que el banco no podía prestar dinero a los pobres. Le pregunté el motivo y me explico que el banco no puede prestar dinero sin una garantía y esta gente , al no tener un aval, era insolvente. Esa fue la primera vez que me enfrenté con la palabra “solvencia “. traté de hacerle comprender al director que ellos no podían obtener dinero de otro modo, que si se lo devolvían podía darse por satisfecho y que no debía preocuparse por las garantías. Cuanto más insistía yo, tratando de encontrar la forma de convencerle, más se resistía él. En ese momento aprendí otra lección: los bancos se niegan a abrir sus puertas a la gente que más necesita el dinero. MUHAMMAD YUNUS. Fundador del banco Grameen y Premio Nóbel de la Paz 2006 ¿ES POSIBLE ACABAR CON LA POBREZA? Editorial Complutense

viernes, 8 de febrero de 2008

la ventana

Éste era un buen sitio para observarla. Eva trabajaba en la peluquería que había enfrente de nuestra ventana. Allí permanecíamos durante horas, sentados sobre la mampostería de granito que a modo de peana remataba el hueco de la ventana en su parte inferior, ese rectángulo que nos cobijaba y al mismo tiempo servía de escaparate para las novedades literarias. Sobre esa mampostería burdamente labrada y levemente inclinada a modo de vierteaguas, nuestros traseros se empeñaban en permanecer a pesar de no tener el entrenamiento de un fakir. Las irregularidades eran del tamaño de los garbanzos y parecía que la ventana nos quisiera echar de allí. Pero la espera merecía la pena... Ella salía a las ocho y media. A veces nos reíamos al ver a dos honrados padres de familia convertidos en feroces gladiadores disputando por ocupar la única plaza de aparcamiento libre. El centro comercial se tragaba a los peatones y luego los vomitaba cargados de bolsas multicolores que, cual instrumentos de tortura, estiraban los brazos de sus portadores, hasta casi tocar el suelo. Jorge les llamaba los ciudadanos de los brazos de chicle y yo me reía. Sólo en un par de ocasiones vislumbramos algo del interior de nuestra ventana. El suelo estaba en un nivel más bajo que la acera y la sala parecía tener una altura considerable. Era de planta rectangular y no alcanzábamos a ver la zona que quedaba a nuestra izquierda. En la pared de enfrente se veía una estantería gris con algunas cajas de cartón abiertas y hambrientas de objetos, hacia la izquierda se veía un perchero con un abrigo colgado a los que el olvido parecía haber unido para siempre. La puerta era grande y estaba situada en el eje de simetría de la sala. Permanecía cerrada, esperando esa mano amable que abre todas las puertas. Junto a la puerta se adivinaba una hilera de sillas apiladas contra la pared. En el centro de la estancia había una mesa rectangular. Era una de esas mesas con patas cilíndricas metálicas y un tablero en chapa de abedul . Ocho o diez sillas a juego la custodiaban. La pared de la derecha era de color gris y tenía una ventana en el centro, pero a una altura que la hacía impracticable para una persona de estatura normal. Sobre el suelo y con el desorden propio de los servicios de mensajería urgente, se veían más cajas de cartón pero en este caso cerradas y selladas con cinta de embalar. ¡Eh chavales! ¿Os apartáis un momento?. Me gustaría leer el cartel. La voz nos sobresaltó. Salimos corriendo y aquel tipo alto de la gabardina se quedó perplejo mirando alternativamente nuestra alocada carrera y el cartel del Club de lectura. Eran las ocho y media y el movimiento de las caderas de Eva en la estrecha acera de enfrente hacía pendulear las bolsas multicolores de los ciudadanos de los brazos de chicle. Ángelmartínez